Ana Ortíz Benítez en el Pregón de las Glorias 2023
Pues ya se va acercando el momento, nervios a flor de piel, palmas y abrazos nos avisan que la partida es inminente. Mi corazón me avisa que algo me falta….hay una Virgencita, sentada en su camarín, en un barrio muy señero de mi ciudad, vestidita de pastora.
Así fue plasmada por Alonso Miguel de Tovar en la pintura, según las directrices del capuchino Fray Isidoro de Sevilla. Siendo muy tajante en la descripción de los atributos que debía llevar, así como su vestimenta: la Virgen sentada en las praderas celestiales, acogiendo un cordero que le trae unas flores con la mano derecha, mientras que con la izquierda sostiene un cayado. Viste túnica cubierta por pellica de pieles, manto con el que arropa al animal y la cabeza aparece tocada con sombrero y peinada con tirabuzones.
Me faltas Tú, Pastora, tu bendición la recibo en la distancia. Pero si hay algo que me consuela el no poder ir a verte con mi Hermandad del Rocío es, precisamente Tu nombre….
ROCÍO – PASTORA
PASTORA – ROCÍO
Siglos de Historia te avalan
Con Fray Isidoro de Sevilla
El que viera la luz de tu rostro
Y vestida de Pastora
Un pintor te plasmara,
De Tovar dicen que era….
En la Isla tu reino es un barrio
Que tu mismo nombre lleva
Y que siempre por agosto
Te pasean a ti tan bella.
En procesión de alabanzas
Con melodías y bellos sones
Paseando por las calles
repartiendo bendiciones
Eres Divina Pastora
Eres Virgen Soberana
Hoy vengo siguiendo tus pasos
Lucero de la mañana.
Eres Pastora, de la Isla
Eres Pastora luz y guía
La que ilumina mis noches
Y también todos mis días.
Porque Tú, Oh bella madre
Eres Pastora y divina
Que a las almas del rebaño
Con cariño Tú adoctrinas.
Oh, piadosa y amante Pastora
De las Almas, dulcísimo amor
Oye el himno que cantan, Señora
Los que te aman con tanto fervor.
Amores que se reflejan
Y que dan escalofríos,
Amores con tantos bríos
Y que te hacen a ti tan bella
Tu barrio, que es testigo
Por el que ya te pasean.
Yo quiero estar donde estoy
Pastora!!, al lado tuyo,
que se mezca en tu arrullo
Tu pisada costalera,
Y que tus seis trabajaderas
Seáis motivo de orgullo.
Ya es el día glorioso
Que los pastoreños ansiaban
Aquí te encuentras de nuevo
En esta cita obligada.
Tras un triduo de rezos,
Homilías, cantos y plegarias,
De un fervoroso Rosario
Entre antorchas iluminadas,
Aquí nos tienes, Pastora
De las Almas Coronada.
Todo está preparado
Señora!!! No queda nada!!!
Todo un barrio esperando
Ver Tu bendita mirada
Y perderse en tu sonrisa
Tan dulce y encantada
Que tantas veces se canta
En esa Salve preciada
Oh, Divina Pastora,
Que de nervios contenidos
Y el saber que en unas horas
Pasearas entre el gentío
Entronizada en tu paso
Junto al Pastorcillo Divino.
Mírala, chiquillo mío,
Vuelve p’atras tu mirada
No ves qué bella tu madre
Tan guapa ya coronada?
Anda y hazme un favor
Tu que estás en sus rodillas
Tan solo aúpate un poco
Poniéndote de puntillas
Dale tú un beso en la cara
En sus sonrojadas mejillas
Y así sabrá cuánto la quiero
A mí Pastora bendita
Perdóname, Madre mía,
Perdona el atrevimiento
Es que no se cómo expresar
Todo esto que hoy yo siento
Y tan solo se me ocurre
Hacerlo a través de un beso.
Mamá…..tú has escuchado
Lo que dice esa señora?
Y por qué la gente la escucha
En nuestra casa a estas horas?
Por qué se escucha alboroto
En la plaza la Pastora?
Y por qué en el camarín no estamos
hallándonos en este paso?
Mira, mamá la ovejita
Olisqueando los nardos!!!!
Estoy un poco nervioso
No entiendo que es lo que pasa
Veo sonrisas en la gente
Que ha venido a nuestra casa.
Les he escuchado decir
Que ha llegado el gran día
Y me extraña que tan tarde
Te canten el Ave María.
A mí me han vestido de gala
A ti…… Más guapa que nunca!!!
Mamá……respóndeme
A todas estas preguntas……
(Y su madre al niño mira
Con esa dulce mirada
Y le dice con ternura…
– Shhh……!!! Tranquilo, no pasa nada!!!)
Yo te voy a responder
Voy a poner todo mi empeño
-Mira, esta gente que ves,
Son hermanos pastoreños
Que trabajan en Hermandad
Para hacer realidad un sueño.
El sueño de vernos salir
Por esa puerta cada año
Y para ello han montao casetas
Y hasta verbenas de mayo
Y en la Casa de Hermandad
Se reúnen buenos ratos.
Y los voy notando nerviosos
Cuando llegan los ensayos,
Con su faja, su costal,
Y los bajos remangados,
Esperando que el capataz
Les ponga a hacer el trabajo.
Y como tú has dicho antes
Nos ponen las mejores galas
Que cuidan cada detalle
Para que no nos falte nada.
Por eso en este paso,
Cariño mio, nos encontramos.
Yo, sentada en este risco
Con mi sombrero y cayado
Y tú…..delantito mia
Pa tenerte controlado.
Acaso no es agradable
La sombra de este granado?
Así que fíjate, vida mia
En los pastoreños y su semblante,
Fijate cómo están felices
Y a mi, más feliz me hacen.
Mira a Juanjo!!!, el que fuera Hermano Mayor,
Que de gozo en sí no cabe.
¿Tu sabes que ese señor
¿Puso letra a nuestra Salve?
Y cuando llegue la mañana
Y las campanas resuenen
Será el momento, hijo mío,
De que la función comience.
Escucharemos cantar eso de
«Feliz a la cita vengo»,
Sin saber ellos también
Que feliz voy a su encuentro.
Y por la tarde, mi niño
Escúchame, bien atento
Se producirá, sin duda,
El mejor de los momentos.
Cuando treinta costaleros
En sus trabajadoras puestos
Recibirán instrucciones,
por igual y por derecho.
Y al escuchar el martillo,
Empezarán el racheo
Haciendo de cada chicotá
Un paseíllo de ensueño.
Cuando pasemos la puerta
Y subamos esa rampa
Tendrás una sensación distinta
La del sol dando en la cara
Adentrándonos poco a poco
En esa bonita plaza,
mientras sobre los pies nos llevan
Al son de una bonita marcha.
(PAUSA)
Qué melodía más bella
Es la que hace el racheo
Una canción en anacrusa
en su tiempo a contratiempo
No tiene clave ni armadura
Pero yo me balanceo
Sin pentagramas que puedan
dejar escrita su música
El pisar del costalero.
Todo está preparado,
Las calles engalanadas,
Los balcones, las aceras,
Con flores están las fachadas
Que avisan y manifiestan
Con colores pastoreños
Que ya está aquí la Reina del Barrio
Avisándonos Tu llegada,
Celebrémoslo con júbilo,
Con ilusión y respeto
Y es que todos recordamos
En este día agosteño
Que la Pastora ha subido
Nuestra Pastora ha subido
¡Para embellecer el cielo!
José Martín Pérez en el Pregón de las Glorias 2019
Llega agosto a La Isla, cae la tarde veraniega venciendo al día, mientras la Virgen sube la calle mezclando verdes, azules y blancos de plazoleta, con oro de melancolías.
Morera del Naca. Morera de hoy y morera de antaño. De verdes hojas. Con hierática figura. Fiel Notario del discurrir de la Virgen de un Barrio y del Barrio de una Virgen. Morera de verde frondosidad, como fiel estampa del 15 de agosto en la Pastora.
Morera que, en blanco y negro, prestó su sombra para que la cristalina agua del surtidor de la plazuela ofreciera el frescor deseado por las buenas gentes de la zona.
Desde abajo, en la calle de recios naranjos, la gente se empina para ver bajar a la mujer más bella por Dios pensada. Cuanto gentío viene a verte cuando cansada de toda la tarde, apareces de nuevo por tu barrio. Tus fieles devotos siguen a tu lado, en ambiente festivo y alegre, tus buenas gentes quedan pegaditas a tu paso, mientras piropos silenciosos llegan hasta tus oídos sin descanso.
Ya viene la Virgen calle abajo y una marea entera de almas ansían un contacto.
¡Qué guapa viene la Virgen! sentada en el risco, bendiciendo con su cayado.
Desde la acera, en balcones, ventanas y pretiles de azotea, todos te rezan, acuden fieles a la anual cita gloriosa de un caluroso día sin tregua ni descanso.
Bendice a tu pueblo Madre, por tanto, cariño mostrado y a tus costaleros, que, a base de tesón, paciencia y desparpajo, portan tus andas cada año.
Qué bonita eres Pastora,
Humilde y sencilla a la vez.
Sobre el risco sentada,
con aires de emperadora,
bonita y evocadora,
como Madre de Dios Coronada.
Qué bonita eres Pastora,
Humilde y sencilla a la vez.
Camina como reina,
en parihuela dorada,
andando sobre los pies,
marcando los costeros,
con garbo y salero,
al compás de alegres marchas,
como tu gente de abajo
bien lo sabe hacer.
Qué bonita eres Pastora,
Humilde y sencilla a la vez.
De alegre barrio,
de verdes patios eres el centro
y de ventanas engalanadas.
De veleta al viento,
de blanca espadaña encalada,
de devotísimos vecinos
que te quieren como a su ser.
Qué bonita eres Pastora,
Humilde y sencilla a la vez.
Fruto de un amor desmedido,
de esforzado trabajo,
y en incondicional amor fundido,
una corona de oro
depositaron en tu sien.
Qué bonita eres Pastora,
Humilde y sencilla a la vez.
Reina de un barrio que amamos,
que derrocha arte por doquier,
punto de encuentro para los que la quieren ver,
que la tienen por patrona y por madre a la vez.
Qué bonita eres Pastora,
Qué bonita eres Pastora…
Humilde y sencilla a la vez.
José Luis Cordero Baro en el Pregón de las Glorias 2018
Y si aún no tienes claro
qué es la Gloria, compañero
yo te pido que te acerques
cualquier sábado de invierno
al barrio de la Pastora,
que “oigas” Misa en su Templo
y allí mismo le preguntes
a cualquier buen pastoreño
qué entiende él por la gloria,
y te subirá hasta un cielo
que es camarín de una Reina
con cayado y con sombrero,
que te mira de reojo
a través de unos espejos.
Ya sobrarán las preguntas
y entenderás de momento
cuál es sin duda la gloria
¡la Gloria del Pastoreño!
Con la Virgen bajo la advocación de la Pastora tengo una deuda pendiente, y por ende con su Hermandad, gracias a mis amigos Francis Barroso y en esta ocasión más concretamente a su mujer Mari, ambos pastoreños de pro.
Ocurrió en el verano de 2013, una buena amiga que hoy ha ejercido de presentadora, tuvo un serio problema de salud, que ella, con su personalidad arrolladora que la caracteriza, lo llevó con una actitud y valentía ejemplar, ante la preocupación y angustia de sus familiares y amigos, entre los que tengo el honor de incluirme.
Mari Barroso –como tanto coraje le da que le llamemos- conocedora de mi preocupación, como lo hace con todas las personas de su entorno que puedan estar pasando cualquier dificultad, quería ayudarme de alguna forma, cosa que por desgracia no estaba en nuestra mano, por lo que recurrió a lo más grande que tiene ella, su Pastora, y además de aburrirla con oraciones, quiso que mi amiga tuviera consigo una parte simbólica de Ella; así, que al habla con su camarista Rosa, le regaló una agujeta que había llevado puesta hasta hacía apenas unos días que se había cambiado para los días grandes de agosto. Precisamente un 14 de agosto, en la víspera del día por excelencia de la Gloria Pastoreña, mi amiga pasó por quirófano y el resultado no hace falta que os le cuente. No piensen que soy un fanático y que crea que gracias a un simple alfiler todo saliese bien, nada más lejos de la realidad, no es esa nuestra fe. Nuestra fe y la enseñanza que saco de esta historia que os he contado, es que tenemos en la Virgen a esa Madre que siempre está ahí y no nos abandona ni en los momentos de mayor dificultad como hacen nuestras madres terrenales –los que aún tenemos la suerte de tenerlas-. Con ese simple gesto la Pastora nos cogió de la mano y dirigiéndonos su dulce mirada nos dijo: “no temáis, que pase lo que pase yo estoy con vosotros”. ¿Qué más se puede pedir?, que no sentirte sólo en un momento de angustia, que María está ahí, aunque no pueda evitar tu sufrimiento, para hacértelo más llevadero. “¡Pastora, te debo una! y Mónica, ¡déjate de darnos más sustos!”
Juan José Castiñeiras Bustillo en el Pregón de la Semana Santa 2018
En la Pastora dejaste a una Madre con su coqueta pamela y ese “aire de pueblo” que encandila a su feligresía. Nunca existió mujer mas bella y agraciada, ni con tan exquisito porte par vestir tal prenda. Pero un buen día el pueblo decidió cambiártela, arrebatártela para colocarte Madre una corona que agrandara – si ello fuera posible- tu reino.
Pastora querida, divina co-patrona de la Isla entera, cada 15 de agosto toda una ciudad te acompaña en tu cortejo, viendo -obnubilado- tu mirada de amor, tu mirada de Madre cuidando de tu divino pastor entre gritos y algarabías, entre vivas y entre oles de un pueblo que te aclama y te venera, te canta y te chilla y que siente en su pecho el orgullo de llevar la medalla de tu hermandad, el orgullo de ser pastoreño.
Manuel Ángel Cano Vélez en el Pregón de las Glorias 2016
Suena Salve Pastoreña
– ¡María, mira quien ha venido!
– Voy José, ¿quién anda por ahí?
– Aquí está tu prima Isabel, con el pequeño Juan.
– ¡Qué alegría me das!
– ¡Hola prima, ¿cómo estás?
– Bien, déjame que te vea.
– Dame dos besos anda, que hace ya ocho años desde que viniste a verme en Ain Karim.
– ¡Qué bien te veo Isabelita!
– Gracias. Tú también te conservas estupendamente.
– ¿Y ese paquete?
– Es para ti, ábrelo.
– A ver, ¡una túnica roja de lino! Es preciosa. Gracias Isabel.
– De nada María. Me alegro mucho que te guste.
– ¿Dónde está Juan?, que quiero verlo. Estará enorme.
– Ahí se encontró con Jesús y han salido corriendo a jugar con unas ovejas que se han apacentado en la peña, esa a la que le da sombra el granado.
– Vaya Isabel.
– ¿Si José?
– Es como si estuviera reviviendo una historia que me contó esta mañana.
– ¿Cuál es esa historia?
– Veréis. Escuchadme las dos.
– Atentas estamos.
– Dentro de mil setecientos años, un fraile, que viene a ser así como un sumo sacerdote, de la ciudad de Hispalis, encargó un cuadro a un pintor de una pastora, que estaba sentada en una peña, a la sombra de un granado y con ovejas alrededor.
– ¿Qué casualidad, no? Como aquí.
– Casualidad Isabel, o no, porque Jesús es muy dado a estas historias. La pastora, según Él, tendrá la linda cara de tu prima.
– Es precioso, pero bueno, nosotros no estaremos allí para verlo.
– No prima, pero ya sabes todo lo que le rodea. Yo estoy segura que pasará como él dice.
– No lo dudo María, no lo dudo.
Termina Salve Pastoreña
En el centro y bajo la sombra de un árbol, la Virgen Santísima sedente en una peña, irradiando de su rostro divino amor y ternura. La túnica roja, pero cubierto el busto hasta las rodillas, de blanco pellico ceñido a la cintura. Un manto azul, terciado al hombro izquierdo, envolverá el entorno de su cuerpo, y hacia el derecho en las espaldas, llevará el sombrero pastoril y junto a la diestra aparecerá el báculo de su poderío. En la mano izquierda sostendrá al Niño y posará la mano derecha sobre un cordero que se acoge a su regazo. Algunas ovejas rodearán la Virgen, formando su rebaño y todas en sus boquitas llevarán sendas rosas, simbólicas del Ave María con que la veneran…
Estas fueron las instrucciones que Fray Isidoro de Sevilla dio al pintor Alonso Miguel de Tovar en 1703 para que dejara constancia física de la visión que había tenido. Nacía la advocación de la Divina Pastora de las Almas tal como la conocemos hoy.
Gianlorenzo Bernini, autor del baldaquino de la Basílica vaticana de San Pedro o del famoso Éxtasis de Santa Teresa, está considerado el creador del barroco. Su máxima aspiración siempre fue tratar de convertir su escultura en pintura. Y a fe que lo consiguió. El conjunto escultórico de la Pastora de Santa Marina, realizado en 1705 por Francisco Ruiz Gijón, no deja de ser lo mismo, pero al contrario, el deseo de convertir la pintura encargada por Fray Isidoro en escultura. Y él, también lo consiguió.
En La isla, su autor, aunque en un estilo más clásico que el del escultor utrerano, también plasmó a la perfección en el bendito simulacro la idea del lienzo sevillano. Y la Hermandad cuida al máximo el conjunto, para que cuando la Pastora sale a la calle, con la luz del atardecer agosteño, la estampa simule un perfecto rompimiento de gloria, con un celaje celeste concepcionista invadido por la espectacular unión de Virgen, Niño, árbol y cordero, conectando lo terrenal con lo sublime, sugiriendo la apertura del cielo para la bajada de la Señora a su barrio que llamaban de Olea y que ya nadie entiende que pueda tener nombre más bonito que de la Pastora.
Una Hermandad, que como todas ha ido viviendo diferentes vicisitudes a lo largo de su historia. Desde finales del XVIII en pleno apogeo del reinado de Carlos III, muy posiblemente alentada por las predicaciones que el Beato Diego José de Cádiz desgranaba entre nuestros paisanos de la época. Una Hermandad que construyó su templo acabando el citado siglo y que se distingue como real poco antes de la guerra civil.
Una Hermandad, renovada y revitalizada en los años setenta del pasado siglo por un grupo de jóvenes que vinieron a conocerse con el nombre de “Juven-Pas”. Unos chavales que hoy han crecido y han hecho crecer a su cofradía hasta límites nunca imaginados por ellos mismos en todos los ámbitos posibles, empezando por el devocional, el patrimonial, el corporativo y terminando por el más importante en estos tiempos que corren, el caritativo, donde son santo y seña en la parroquia.
Una generación de dirigentes cofrades preparados y entusiastas cuyo logro más importante para la historia de su Hermandad acontecía en el año del Señor de 2004. Un hito en el que tuve la dicha de participar como espectador en la gloriosa mañana y como hermano de cirio en la jubilosa tarde-noche que llevó a la Virgen a todos los corazones de un barrio feliz y entregado. Una jornada para el recuerdo cuyo momento álgido tengo grabado en mi memoria y que vino a ser más o menos así.
Amanecía noviembre. Don Antonio Ceballos, hisopo de granado carmelitano en mano bendecía las potencias del Niño y el aro y la corona de la Virgen, que refulgentes recibían los besos de un sol radiante, impaciente y deseoso de que llegara el momento.
Se había asentado en la plaza desde muy temprano, cubriendo de cálida luminiscencia todo el precioso conjunto que enaltecía el corazón del barrio. El prelado diocesano se dirigió hacia el Pastorcito Divino y depositó con mimo las potencias sobre sus dieciochescos rizos. A continuación subió la escalera para alcanzar el precioso rostro de la Pastora, y sobre la guirnalda de flores que ceñía su neoclásica sien acomodó la impresionante y valiosa corona de los “Delgado”, majestuosamente preñada de granadas y azucenas, mientras palmas, campanas y cohetes transformaban la expectación en sonoro jubileo. La colocación del aro de doce estrellas orantes de letanías completó la escena. De repente los rítmicos sones de la obra maestra de Franz Schubert llenaron la plaza…
Suena Ave María de Schubert
No es María ni su arte, pero qué queréis que os diga, yo soy más de mi Lola. Queridos amigos pastoreños, muchos dicho sea de paso, espero que os haya hecho revivir aquel preciado momento que sé tenéis guardado en vuestro corazón. Yo también.
“Ten a la Virgen por abogada, que huele a incienso muy bien… porque si fueres devoto de ella, sentirás deshacerse las tentaciones, como la cera delante del fuego». Este otro pensamiento de Juan de Ávila nos describe a la copatrona y sus virtudes. Pedidle ayuda a la Pastora cada vez que lo necesitéis. Suele ir bien.
Si os da apuro el dirigiros directamente a Ella, podéis acercaros por la calle Constructora Naval, pero no os demoréis, que no les queda mucho tiempo. En el torno podéis pedir visita y cuando estéis en el locutorio, frente a esas cuatro mujeres que se han dejado su vida entre esos muros construidos a base de rezos, contadles vuestras tribulaciones. Ellas las recogerán y la pondrán en sus manos. Ya veréis como todo se resuelve.
Capuchinas de La Isla
antes que os tengáis que ir
decidle a aquella Pastora
que vuestra vida está aquí.
Que os haga ese milagrito
a ver si puede abolir
esa dolorosa orden
que os reclama ya partir.
Decidle que queréis verla
por las rejas discurrir
en otra tarde de agosto
cuando pase por allí.
Que queréis sentir las marchas
en el aire pervivir,
el golpe del pertiguero
y la madera crujir.
Y las voces de los niños
que delante suelen ir
vestidos de pastorcitos
y sin parar de reír.
Mira que suele ir bonita
y que le gusta lucir
siempre sus mejores galas
para Murillo subir.
Juan Manuel Rueda Cebada en el Pregón de las Glorias 2015
La vecina más antigua del Barrio…
Mi infancia transcurrió correteando la frontera sentimental que reparte la historia de dos barrios, la Pastora y el Cristo; aquí trataba que mi tiempo también se repartiera por igual entre el colegio Quintanilla, los juegos en la calle, las catequesis en la Capilla del Cristo Viejo cada sábado por la mañana… Y la Sesión Infantil del Cine Almirante… Lógicamente, equilibrar la balanza resultaba bastante difícil… Pero llegaba tu tiempo Pastora, te hacías presente y siempre ponías todo en su sitio…
Tu Imagen, gracias a la continuada sensibilidad fotográfica de Juanjo Romero, año tras año aparecía por todo el rosario de tiendas de la Calle San Rafael, algunas ya desaparecidas, o en los zaguanes de las antiguas casas, sentada, saludando o recibiendo a todo aquel que pasaba y cruzaba su mirada con la tuya, siempre llena de confianza y dulzura como las de aquellas abuelas que, al caer el Sol, tomaban su sillita de enea y convertían las calles en el mejor patio de vecinos…
Y es que mis primeros recuerdos de Ti me llevan a finales de la década de los 80 del siglo pasado, observándote con curiosidad en la entrada o en los escaparates de algún comercio de mi barrio. Eso sucedía cuando por un momento, conseguía evadirme de los juegos en aquellos veranos de la infancia que a esa edad a todos nos parecían eternos… Esa estampa, esos carteles, me detenían en seco y me llamaban la atención por dos motivos principales: el primero, porque entonces no saturaban la ciudad en tal número que casi llegan a dejar de cumplir precisamente esa función. El segundo, porque a diferencia del 99% de aquellos voceros, no anunciaba la Semana Santa o ninguna de sus siete jornadas en particular, sino una fecha, un día, 15 de agosto en San Fernando, con todo lo que, al cabo de los años, exactamente en 1993 y revirando la esquina de las carmelitas con la C/ Colón, tomaría conciencia de lo que envuelve y significa para tantas y tantas Almas: una gloria, un Barrio y Su Pastora.
¿Y cómo no iba a ser en uno de esos patios donde la Reina y Emperatriz sembrara junto a hierbabuenas y jazmines el más hermoso arriate de devociones? ¿Acaso pensáis que Ella iba a preferir aquel Castillo, aunque muy cerca estuviera y casi pudiera ver con sólo asomarse a la casapuerta? Al cabo de los años, la abuela, la madre y la vecina más antigua del Barrio sólo quiso mudar su sitio, su patio y su capilla de la mano y junto a aquellos hijos que soñaron, como Fray Isidoro, tenerla siempre en lo más alto de una Casa a Su medida, si es que se puede acotar, Señora, el amor que se te tiene…
Y a falta de un patio, dos: uno eternamente abierto como los brazos del Buen Pastor y al abrigo de esa morera de sentimientos, alguna vez encontrados, pero que al final encuentran la medida en la balanza del Coronel que en lo más alto de la azotea y con sólo un suspiro de Tú nombre vira voluntades y señala el mejor sentido de nuestras intenciones. El otro, más adentro y con tu retrato en lo más alto, es el patio en el que se arremolinan los nervios y las voces de un coro poco antes de que la campana repique la Solemnidad de tu Asunción o cuando te cantamos Reina Coronada de Todos los Santos; un patio, en fin, donde nunca una convidá o una merienda con chocolate han tenido mejores propósitos de querer al hermano como a uno mismo.
Porque, al contrario de lo que a veces pueda parecer, cada capítulo del libro de la Historia de nuestras hermandades es la proyección del espíritu de los hermanos que lo han vivido en lo bueno y en lo menos bueno… Me consta, que el espíritu de generaciones y generaciones de pastoreños ha sido tomar como suya la frase evangélica en la que el Pastor de la Grey, el que como dice el Papa Francisco, de verdad huele como su rebaño proclamaba: «quien quiera ser grande entre todos, sea como el menor; y el que dirige, como el que sirve».
Pero sabes Pastora, que yo no te merezco. Andas Tú más tiempo buscándome y yo en mis cosas que teniéndome cerquita, en tu Redil. Sabes Pastora, que muchos sólo te escuchamos cuando por tres veces nos llamas tu «cayao»; es entonces cuando nos dejamos ver, aunque sea por unas horas… Sabes Pastora, que coronarte de verdadero amor no es aparecer un 15 de agosto llamando tu atención y mirándonos a nosotros mismos, sino parecer no estar a los ojos de los que te rodean… Y sabes Pastora, que nuestra devoción debemos cincelarla a golpes de fe y no a golpes de pecho que rápidamente se desinflen y que no vuelven a sentirte… Ni a verte siquiera… Pero hemos aprendido Pastora, que por encima de ese corto entendimiento de los hombres que nada tiene que ver con la justicia divina, esa, que sí se decretará sobre nosotros al final de los tiempos, poniendo además por delante toda humildad escrita en ese título franciscano, que en este valle siempre inundado de más lágrimas de las que quisiéramos haber visto derramar por las mejillas de nuestra historia, TODOS SOMOS PASAJERA EXISTENCIA, obligada en el último aliento a soltar todo lastre de bienes y propiedades si es que verdaderamente queremos agarrar ese “cayao” de resplandores, alcanzar el último escalón y revestirnos de paz y bien contemplándote eternamente.
Paz y bien por Fray Isidoro
Cuando tuvo el privilegio
De soñar en el trascoro
Con los perfiles más regios
Con el verde de tus ojos.
Paz y bien por el Beato
Que de Ronda hasta los puertos
Con la cruz en una mano
Y tú nombre en cada rezo
Logró reunir un rebaño
De devotos carraqueños.
Paz y bien “pa” los hermanos
De la Pastora de siempre
Los que no le dan de lado
Y que saben ir de frente
Dentro y fuera de tu paso
Pastora, ¡esos sí son tus valientes!
Paz y bien por Doña Elvira
García Cantalejo
Paz y bien por nuestro hermano
D. Alfonso Berraquero
Que te ha ofrecido en vida
Hasta gastarse los dedos
Un arte hecho caricias
Por tú cara, por tus manos y por tú pelo.
Paz y bien a los pastores
Que clamaron en atriles
En altares y en sermones
La verdad nos hace libres
De alma limpia sin rencores
Que por mucho que te afliges
Y la pena te desborde
Sabe Dios “to” lo que escribe
Y enmendarnos los renglones.
Paz y bien porque es Real
Tu hermandad Pastora mía
Tan real como verdad
Son los versos que escribía
A la luz primaveral
De aquel patio de Sevilla
El poeta del cantar
La saeta a un Cristo Vivo
Al decir que el hoy está abierto
Como el mañana al infinito
Que tu pasado no está muerto, Pastora
Ni está el mañana ni el ayer escrito.
Manuel Jesús García Almarcha en el Pregón de las Glorias 2013
EL RECUERDO; LA GLORIA
Quiero que esta historia
Sea el recuerdo y la ilusión,
Que desde niño el Pregón
En mi corazón se escribía,
Y la encierro en la memoria.
Si alguien conoce la Gloria
De esta tierra mariana
La mía vive en un barrio
De espigadas almenas
De fachadas encaladas,
Donde vive una princesa
que sonríe mientras lo guarda.
Aquí me tienes de nuevo
Madre Divina del alma
Sólo soy un Pastoreño
Que soñó ser Pregonero
Ante tus Benditas Plantas.
Cuando la cera ya no es más que un recuerdo rígido en una tulipa, todavía por limpiar. Cuando la túnica descansa en una percha dormida, en un rincón de la casa. Cuando el incienso es sólo ya un sentimiento de recuerdos añorados, en nuestra mente. Cuando nuestros pasos ya no son “Estación”, ni “trepá”, ni bulla, sino recuerdos. Cuando sólo quedan un sin fin de ideas, memorias e ilusiones por cumplir el año que viene…. atrás quedó la Penitencia, es el momento de la Gloria.
Cuando todo esto ocurre, es cuando más te necesito; es cuando más te echo de menos. Es cuando noto que el tiempo pasa más deprisa, cuando noto que los días vuelan en el calendario de mi vida. Es el tiempo de la espera, el tiempo de la tertulia entre los amigos, sobre lo que llega; lo que nos viene por vivir; comienza eso que nosotros, aquí en esta casa, llamamos el “rodillo pastoreño”; ese tiempo de ilusiones esperadas, en el que cada culto y cada acto, nos preparamos a vivir esa gloriosa jornada del año que cada día, cada noche sueño que llegue porque es cuando más cerca estaré de Ti
A cada momento, cierro los ojos e intento hacer que el tiempo pasa y que llego a ése ansiado 1 de Noviembre, fecha que está marcada a fuego en el calendario de mi corazón; sueño que vuelvo a estar junto a ti, que vuelvo a mimarte, ó a recordar, que por unos instantes volví a ser ése que al llegar el mes de agosto canta junto a un coro la grandeza de tu devoción, o que junto a mis hermanos costaleros, tiene la suerte de poder llevarte a la calle para que año a año te reencuentres, con tu barrio, tu pueblo y con esas hermanas que tan presente te tienen en sus vidas y que en la tarde quince agosteña te rezan desde la intimidad de un convento.
Ya ha llegado el momento, es el fin de la espera, es el momento de la Gloria, de mi Gloria. Momentos de oración, de rosarios, de cultos y de ave marías; de fe y emoción contenida, que nos dará el paso a la gloria concedida, que nos llevará de nuevo a recordar aquella gracia conferida, cuando de tu camarín bajes a mostrarte en nuestra cercanía.
Y así Pastora, el año pasa, cada 1 de Noviembre, en mí vida todo acaba. Porque vuelves a mostrarme la Verdad de tus entrañas. Y me das la mano, la que tiene la huella de tanto amor, la que es la herencia de nuestros mayores. La que no sé bien si beso o me acaricia. La que avanza para consolarme. La mano que coge la mía cuando estoy perdido. La del pañuelo que nunca llevas y que necesito cuando estoy afligido. Esa mano que me acerca, al final de cada año y me conduce al siguiente. La mano, que un día, me tenderás como ahora, para llevarme a la otra vida. Porque mi vida, Madre Mía, Pastora de mi Alma, es así, como un viejo calendario… que cuando todo termina, Tú le das el comienzo.
Los años han pasado
Sin que apenas lo notara
Agostos, octubres y mayos
Entre rezos y plegarias.
Los años han pasado
Y no sé lo que me pasa
Que si te tengo delante
Mis sentidos se desgranan,
Me tiemblan el pulso y la voz
Y es que me tiembla hasta el alma.
Los años han pasado
Desde aquella vez lejana
Donde postrado a tus plantas
Me colmaras con tu gracia.
Muchos años han pasado
Da aquella vez que de niño
Tu dulce mano besara
Un lejano mes de octubre
Prendido de ti me quedara.
Prendío de tus anhelos,
Prendío de tu mirada,
Prendío de tu quebranto,
Prendío de esas plegarias
Que ante tu imagen divina
Con tanto amor te rezara.
Tantos años a tu vera,
Tantos años a tus plantas
Y aquí me tienes de nuevo
En tan gloriosa jornada
De pregonar a las glorias
Con mis humildes palabras,
Para pedirte la venia
Como Reina de esta casa,
Y pedir tu bendición
Y que me des tu bendición
Pastora de nuestras Almas.
(…)
LA DIVINA PASTORA… Y EL SENTIMIENTO PASTOREÑO
Tu cara, tus ojos… Tu boca entreabierta, tu tez agarena, tus manos que me acarician. Tu prestancia, tu porte de Reina, el perfil de tu hermosura. Presentir tu presencia, respirar tu aliento, ver la luz de tu mirada. La silueta de tu sombra, la plenitud de tu gracia, el vacío sin Ti. El pecho que me cobija, la suavidad de tu dulzura, la impronta de tus ojos. Esencia de mi barrio, delirio de «La Isla», agua para mi sed, perfume para mis días, amanecer de mis noches oscuras. La cura de mis heridas, la que me quita las penas, mi bálsamo, mi faro, mi guía, mi refugio, mi fuerza, mi baluarte, el sustento de mi vida.
El sueño de Fray Isidoro y la Devoción de Diego José. Tú, todo Tú y sólo Tú…. Divina Pastora de las Almas.
Las últimas palabras de este Pregón, quiero que sean para ti, sólo y exclusivamente para ti, por todas esas cosas que te debo, por todas esas cosas que cada día en la intimidad, te agradezco; quiero que sean para ti, porque tú serás por siempre mi última palabra, como es el brillo de tus ojos la última luz que se apaga en mi esperanza y como es tu mirada en mi vida, Señora, el primer rayo de sol de cada uno de mis días. En este mismo momento, en el que el Pregón de las Glorias va llegando a su fin, voy a aprovecharlo para darte las gracias Pastora, por todas esas cosas que siempre he querido decirte y nunca he sabido cómo hacerlo.
Gracias Pastora, por dejar que un día cuando era pequeño, y vestía mi túnica, al entrar por las puertas de este templo en las fila de Nazareno me fijara en ti, me fijara en esos ojos verdes como la esperanza que en mi vida, cada día pones, o me fijara en ese humilde callao con el que a tus hijos nos has llevado a la Gloria. Es difícil creer, como una imagen tan pequeña, pero eso sí, con un semblante tan divino, puede ser el referente en las vidas de los vecinos de todo un barrio y el sol y la luna de los cofrades de su hermandad.
También quiero darte las gracias Pastora, por dejarme ser pastoreño, porque junto a ti encontré, como dice la rumba de mí querido amigo Juanjo Romero, “lo que quería encontrar, su gente de buena fe y la verdadera hermandad, todo lo que en mis sueños soñé”. Porque para los Pastoreños “la Pastora” y todo lo que engloba ese nombre, no es sólo la Hermandad, es mucho más; podría llegar a decir que incluso es una forma de vida y un orgullo el decir: SOY PASTOREÑO.
Porque para el Pastoreño la Pastora es…
Es más que una simple devoción y unos sentimientos, es un estilo de vida plena de fe profunda, colmada de esperanza y en la que reina el amor en alardes; todo ello, colmado por la alegría que produce la devoción.
La Pastora… es esta blanca capilla, donde cada mes de agosto desembocan caudalosos ríos de devoción y de amor, atraídos por el imán de la Virgen, que preside y da contenido a un mar de inmensos favores y de gracias infinitas.
La Pastora… es como una tormenta que rasga sus nubes para que nos llueva El Salvador, nuestro Pastorcillo Divino, que cala hondo en nuestras almas.
La Pastora… es un Barrio al que le da nombre nuestra Madre; es un Bar, es “Casa Naca”, una familia que lleva cincuenta años abriéndole las puertas de su casa a todo un barrio y el que durante todo el año sirve como punto de encuentro de Pastoreños.
La Pastora… es una medalla colgada, que permite que cada día nuestras almas renueven su fe, arrancando la dureza del pecado y brillando siempre el perdón.
La Pastora… es en navidad un belén de amores entrañables, que preside el Pastorcillo Divino, llenándolo todo de delicadezas para su Divina Madre; y donde la humildad y la pureza, son sus mejores adornos.
La Pastora… fue un cinco de enero el lugar escogido por los Magos de Orientes para adorar a nuestro Divino Pastor, un momento único en la Historia de la Hermandad que sirvió para remover en el Pastoreño el sentimiento mágico de la niñez.
La Pastora… es para esta Hermandad, “El Borreguito”, un periodo de tiempo de seis días en la Feria, en el que no se pone ni el sol, seis días para vivirlos con intensidad y gozo, sin desmayos; y luego todo un año para soñarlo y hacerlo vida en el recuerdo.
La Pastora… es una Salve, siempre emocionada, que se abre paso en medio del tiempo, es una devoción que se hace vida en el milagro; la mejor herencia para todos nuestros hijos.
La Pastora… es un coro que canta las grandezas de la Virgen, o una Cuadrilla de Costaleros que pasea a la Reina de sus Amores cada quince de agosto, o son niños y jóvenes que educan su fe durante todo el año bajo el amparo de la devoción de sus almas.
La Pastora… es un cúmulo de sentimientos de imposible explicación lógica, porque para los Pastoreños la Pastora, es nuestra fe.
La Pastora… es la casa de la Virgen.
Qué hablo de ti, Pastora Divina de las Almas
Si no sé hacer versos de cada palabra,
Si nunca pensé en subirme a este atril
Ni pregonarte a tus plantas.
Qué hablo de ti Pastora Divina,
Que tú no sepas del libro de mi vida
Si con sus luces y sombras
Tú, lo escribes cada día.
Si quiero mirarte bajo el granado
Y apenas te miro y mi pierdo la calma
Si quiero rezarte plegarias de besos
y tiembla mi voz en cada palabra.
Qué hablo de ti, patrona del tiempo
Si tienes el Barrio atado a tu encaje
Si en cada mecida que acuna tu paso
Ni el mismo Pastorcillo se atreve a besarte.
Si nunca rocé tu piel de canela
Ni fui mayordomo que abracé tu talle
Si siempre te rezo subida en tu paso
Si todos los años te llevo a la calle.
Que orgullo ser tu costalero
Y cada quince de agosto poder pasearte
Viendo en la cara de tus devotos
La emoción y la alegría de poder contemplarte
Qué hablo de ti, Divina Pastora
Si nunca lo escrito pudo plasmar
Tu dulce mirada que alegre solloza
Entre las calles blanquitas de cal.
Si solo me sale rezar y darte las gracias
Y perder el sentido por tu mirar,
Pedirte Salud, Esperanza y Piedad
Soñar que me dejes llevarte, Divina Señora
Llevarte a la calle, un agosto más.
Quisiera para terminar, despedirme de Ella, de mi Madre, de mi Pastora, a la que ruego nunca me abandone de su redil, que bendiga a sus hijos, a su Junta de Gobierno, a sus hermanos costaleros, a los niños del grupo infantil y a los jóvenes de la hermandad, que bendiga a este barrio y a esta parroquia.
Y con las glorias a las puertas, y pensando que casi sin darnos cuenta, este templo será un hervidero de almas pastoreñas, esperando llevar a la calle a su divina Reina, y ante ella, quiero que mis últimas letras sean para recordar el acontecimiento más grande que cualquier pastoreño, haya vivido bajo sus benditas plantas. Aquel 1 de noviembre de 2004, será eternamente recordado por aquellos hijos suyos que tuvimos la enorme fortuna de vivir tan gloriosa jornada.
Cuántas anécdotas, vivencias, recuerdos, intimidades contigo que explosionaron aquella jubilosa mañana de noviembre. Ser partícipe de aquella efemérides, me lleva a la obligación de poder darte las gracias, Pastora, por haber estado ahí en ese único momento, en ese instante privilegiado donde la fe de tu pueblo, de tu barrio y de tu hermandad te coronó de amores y te proclamó como nuestra Divina Pastora de las Almas coronada.
Virgen de los Pastoreños;
Reina, Madre y Señora
De este pueblo isleño,
Que cada día, cada noche
Te reza y te implora
Desde los más dulces sueños.
Cuantas veces Pastora
Queremos soñar tus hijos
Con ese momento,
Con acariciar tú Corona
Esa ráfaga de sueños.
Cuantas veces Pastora
Al mirarte Señora
Yo imagino que salías
Con una corona de nardos
En tu frente pura y limpia
Con un vestido radiante
De azahar y agua marina.
De un blanco inmaculado
Y con tus mejores joyas,
Acariciando el callao
Con el que nos llevas a la gloria.
Y a tus plantas el Pastorcillo
Que es el mismo Dios
Con hechuras de “chiquillo”
Y que se pasa la vida entera
Jugando con el corderillo.
En aquellos días,
Soñaba Pastora
Que la fecha se acercaba
Que se notaba en el ambiente
Que la gente lo esperaba
Y tu barrio se rendía
Al soñar con la llegada.
Y el día amaneció,
¡Pastora, llegó la mañana!
La luz se desperezaba,
La lluvia quiso colarse
Pero el sol se lo negaba.
Era un día soleado con geranios que se asoman entre tu pelo rizado y el revuelo de las palomas.
Aquellas queridas plegarias
De las Hermanas Franciscanas
Al Señor se le clavaron
Con fervor y devoción
En la intimidad de la casa
De aquellas devotas santas.
Llegó la Hora,
Y el templo se abrió,
Y fue saliendo el cortejo
Y el incienso se quemó
Y nos dimos cuenta Pastora
Que la espera se terminó.
Sonaron las campanas
Cuando navegó tu paso
Por el centro del dintel
Y asomó la manigueta,
Y el oro jugaba inquieto
Entre las flores abiertas.
Y el aplauso de la gente
Con las gargantas “partías”
Y el corazón pregonero
Que apenas si me latía.
Treinta corazones
De un blanco inmaculado
Y el enorme privilegio
Con un costal por bandera
Paseando por la plaza
Su devoción más sincera.
Y las campanas sonaban
Por encima de la brisa
Buscándote a ti, Señora,
Porque la Corona, Pastora
Pronto sería bendecida.
Pastora, llegó la hora
Al término de la homilía
El momento se preparó,
Sólo silencio en la Plaza
La hora de la bendición,
Lágrimas en los ojos
De los pastoreños de corazón
Recordando a los que no estaban
A los que el Señor llamó,
Para tenerlos a su vera
El día de tu Coronación.
El tiempo se paró esa mañana
Y el cielo entero se abrió
Y el brillo de tus corales,
Pintaba con naturales
A la Reina de mi corazón.
Ya estabas coronada Madre,
Con repiques de campanas,
Fuegos, aplausos y tracas
Mucho júbilo en la Plaza,
Porque la Patrona del Barrio
Al fin era Coronada.
Y allí estaba tu pureza,
Rosa pálida encendida.
Y allí tu aurora entreabierta,
Azucena donde habitan
La hermosura de tus ojos
Y la devoción de la Isla.
De nuevo el silencio en la Plaza,
Una nueva ofrenda
En forma de voz gitana
Para cantar el Ave María
A la Pastora ya Coronada.
Las lágrimas en los ojos,
La oración estremecida
La ilusión en las miradas
Al verte allí madre mía.
Aclamando al cielo el Aleluya,
Volvías a tu Parroquia
Entre vivas y aplausos
Que nos recordaban de nuevo la Gloria.
Ibas radiante, Señora,
Y era un milagro tu risa
Y era un milagro tu cera
Ya Coronada y encendida.
Y era un milagro tu paso
Caminando de puntillas
Entre un mar de corazones
Y un trinar de Ave Marías.
Bendita seas Pastora,
Desde aquel bendito día,
Bendito tu barrio y tus gentes
Pueblo llano de tu Isla
Y bendita aquella hora
Y bendito aquel momento
En el que un Ángel bajó del cielo
Para llamarte la llena de Gracia.
La Esperanza de tu Pueblo
La Piedad del Pastoreño,
La Salud de los Enfermos.
Bendita Seas Pastora,
Desde aquel glorioso momento
En el que el mismo Dios
Bajó del Cielo
Para dejarte Proclamada
Por los Siglos de los Siglos
Madre de los Pastoreños Coronada.
He dicho.
Eduardo Albarrán Orte en el Pregón Semana Santa 2016
Como habrán podido saber hace unos instantes en mi presentación, quise venir al mundo, a este mundo redondo e imperfecto cual bola de cera que aguarda una nueva Semana Santa, un 12 de agosto, un lunes 12 de agosto, en esa jornada en la que por vez primera se abren los cerrojos de los verdes portalones de la iglesia de la Pastora para darle paso a toda la luz que la tarde agosteña refleja en el dorado altar caminante que se presenta en el epicentro de un barrio haciéndose luz y frontal dorado, todo uno, como crisol de amor que coronó a la Virgen que es oración en los cientos de pastoreños que acuden cada año a la cita obligada.
En esa jornada en la que vuelven a sonar en el eco del templo pastoreño las notas y letras que Juanjo romero compusiera como supremo epitafio de la devoción a la Madre del Buen Pastor mientras que el incienso transmina entre los ricos bordados y la plata labrada.
Rvdo. Padre Alfonso Gutiérrez Estudillo Rojas en el Pregón Semana Santa 2013
María, cada 15 de agosto, es copatrona de una Isla que la adora entre multitudes entregadas a su interminable dulzura…
Porque ha de ser así
Pastora de amor tan noble.
Tiene que ser tu gracia
la que en agosto asombre
a quien se acerque a tu paso
bajo el granado y las flores.
Tiene que ser así
señorío y grandeza
de una Madre coronada
con la devoción de un barrio
en sus sienes y en su nombre.
Tienes que ser así,
Pastora mi sur y norte,
la alegría de mi alma
cada vez que yo te nombre.
Juan José Romero Ruiz en el Pregón de las Glorias 2012
La gloria nos espera, hermanos: San José, Santa Elena, el Rocío, la Divina Pastora, la Virgen de los Ángeles, la Virgen del Carmen, y de nuevo la Navidad que dará paso a la cuaresma para que la Semana de Pasión nos lleve de nuevo a las corporaciones gloriosas, y así otra y otra vez. Un ciclo que se repite anualmente, y nosotros somos los encargados de seguir potenciando esta forma de entender la fe, de esta hermosa manera de seguir haciendo iglesia, de seguir proclamando durante el año entero y a cara descubierta que somos cristianos comprometidos en esta laica sociedad en la que vivimos, esta forma de vida en la que queremos que nos identifiquen con orgullo de quienes somos y lo que somos.
Yo lo tengo claro, y así soy y así me conocen, con mis defectos y virtudes, soy cristiano, cofrade y sobre todo pastoreño, y a boca llena lo proclamo, ¡SOY PASTOREÑO! y en la gloria pastoreña quiero seguir estando, quiero seguir viviendo en mis días terrenales y es a la que aspiro cuando esos días toquen a su fin, la gloria pastoreña, ese lugar eterno, paraíso celeste, esa eterna romería, donde si Dios lo quiere vaya mi alma cuando falte en esta Isla del Carmen, por eso hermanos, por eso amigos cofrades, vivamos ya las glorias para que juntos a la gloria nos vayamos.
En la gloria pastoreña
yo me encuentro cada día
pensar tan solo en la Madre
que pastorea mi vida
queda serena mi alma
y mi conciencia tranquila,
y un gran remanso de paz
por mi cuerpo se desliza
cuando me postro a sus plantas,
cuando mis ojos la miran.
En la gloria pastoreña
está mi reina divina,
esa del pelo azabache,
la de la dulce sonrisa,
la de ojos esmeraldas
y sonrojadas mejillas,
con sombrero, con corona,
con tocado o con mantilla,
en su camarín sagrado
o en su paso de salida,
que más me da mientras Ella
cada día me bendiga.
En la gloria pastoreña
mi fe está siempre viva,
la fe que trajo ese fraile
de la ciudad de Sevilla,
fe que impulsó aquel beato
que predicó en nuestra Isla,
fe que llevó a sus hermanos
a levantar su capilla y
a fundar una hermandad
que sembrara esa semilla
que la historia se ha encargado
de mantener siempre viva.
En la gloria pastoreña
yo tengo a mi cofradía
la verdadera hermandad,
esa que por ti suspira,
es mi seña de identidad
es mi orgullo y es mi dicha y
no me pregunten porqué
que explicarlo no podría,
que sigo teniendo claro
y me da igual lo que digan
que sentirse pastoreño
es una forma de vida.
En la gloria pastoreña
tengo a toda mi familia
a los amigos de verdad
esos que nunca te olvidan,
amigos desde la niñez
que ahí están todavía
junto a otros pastoreños
de un redil que día a día
sigue creciendo al amparo
de una zagala divina.
En la gloria pastoreña
tengo mi barrio en la Isla,
tengo castillo y plazuela
tengo una iglesia chiquita
tengo eterna primavera
en cierros y celosías,
tengo mañanas perfectas
en tertulias distendidas
bajo una verde morera
y bajo el sol de mediodía,
barrio que dice la historia
cuando España era una isla
que la España libre empezaba
ante sus plantas divinas
y es que los cinco sentidos
en mi barrio se aglutinan
porque vivir en mi barrio
para mi es la gloria misma.
En la gloria pastoreña
mi alma por ti suspira
cuando va llegando agosto
y el calendario me indica
que la espera ya se acaba,
que los sueños se terminan,
que acabó la cuenta atrás,
que ya va llegando el día,
pa que se abran las puertas
y pastorees la Isla
con tu cayado de amores
con tu sonrisa infinita
junto a ese pastorcito
que es también gloria bendita.
En la gloria pastoreña
mi corazón se encandila
cuando sales de tu templo
y te da la bienvenida
ese barrio que es tu barrio
que el año entero te mima
y tu apareces radiante
como una reina divina,
cruzando la plazoleta
llegando a Capitanía,
cuando se escucha Amargura
revirando en capuchinas,
cuando vas bajando Ancha,
y la luna te ilumina,
al pasar por San Miguel
entre piropos y vivas,
bajando por Bonifaz,
por los pisos de marina
hasta volver a la gloria
de tu gloriosa capilla.
Y esa gloria pastoreña
cuando se acaben mis días
es la que sueña mi alma
por la que mi vida aspira,
sueño en hacer el camino
de la eterna romería,
sueño que cruzo las puertas
que van a la gloria misma,
sueño que puedo postrarme
ante esa gloria bendita
que es la reina de los cielos,
por quien mi alma suspira
y el sueño se habrá cumplido
ojalá Dios lo permita
cuando apaciente mi alma
en esa gloria infinita
de los prados celestiales
¡ DE MI PASTORA DIVINA!
Juan Miguel Aranda Aguilar en el Pregón de las Glorias 2011
Pero a mí me gusta tornar mi cara en asombro, hasta hacer que el galope de mi corazón arrase en mis entrañas, cuando me adentro en el barrio de la Pastora. Cuidado, que entramos en los repelucos de Dios. En la tierra blanca prometida a una devoción cañaílla. Y me gusta entrar en el barrio con la prisa fondeada a la espalda, con las puertas del corazón bien engrasadas dispuestas a abrir y cerrar cada vez que el viento reparta sus aromas. Sus ecos moldean los sueños y me dejo llevar por la cadencia de sus calles que irremisiblemente conducen hasta donde el amor se encuentra a sí mismo. El amor. El amor en este barrio se refleja en las fachadas vistiéndolas de un blanco distinto, verdea los árboles y esparce un boceto de sombras que mantienen el juego de los pájaros. El amor en este barrio emana de un manantial que huele a romería, a tardes de Agosto, y a tertulias en torno a un peñasco en el que reposa una doncella de ojos claros, y manos blancas como el alba del paraíso.
En este arrecife de amor hay un grillete que une a todos por igual. Señoras de coral y hombres con alma de plazoleta reparten la suerte de la palabra entrelazando los verbos con el nombre que da lumbre a las retinas del corazón, Pastora. Cuidado al pronunciarla porque en vuestros labios no hallaréis más la calma si no esparcís sus letras en vuestra alma. En el corazón de ese jardín nace la esencia de una flor, Pastora, una azalea que brota en un arriate inundándolo todo. Es un querer más allá del amor.
Una princesa con un zaguán en su mirada.
Sus ojos son dos luceros
que alumbran el ansia de cuando espero
su sonrisa y su tez maquillada.
Es imposible pasar de largo
ante su presencia,
de sus manos gotea una esencia
que determina la sentencia
de permanecer por siempre en su letargo.
Si no la habéis visto, debéis asomaros, justo en el momento en que el sol nos esparce sus virutas de oro. Atreveos a cruzar el umbral de la calle Santo Domingo, desprendeos del tiempo y abrazad el horizonte hasta sentir el frescor de su capilla. Es una sensación que os hará libres, que os inundará de una emoción inexplicable, que os mantendrá al hilo de la risa y el llanto. ¿Puede alguien enamorarse de la Pastora? Claro que sí, el amor es pureza y nunca un rostro tan delicado pudo desprender tanta belleza. Y, ¿qué se siente al postrarse ante ella? Una sonrisa entrecortada precede a un rio sublevado que recorre el cuerpo orillando las brasas de una pasión sin freno. Hoy vengo para abrir sus rejas y dejar escapar por vuestra sangre un amor sereno. Yo soy cruzado suyo y hurgaré con sigilo en el corazón ajeno. Es mirada primorosa y yo, los restos de un tiroteo salidos de sus ojos al compás de un tintineo.
A tu lado, Pastora, volví a revivir la dicha. Jamás supe de tus aires y tus desvelos. Del alma de tus hijos de su corazón y sus fuegos. Jamás supe de los manjares de tu paraíso, de las emociones, de tus miradas, de la ternura de tu corazón antojadizo.
La Divina Pastora es la madre de Dios, no hay duda, le vemos delante de Ella cada vez que se asoma a su balcón. Pero, pese a su halo de hermosura y la calidez de las líneas de su perfil, no todos sus hijos quieren pertenecer a su redil. Ella nos invita a todos, sin embargo, son muchos los que deciden darle la espalda sin merecerlo. Aunque nada se puede hacer contra la voluntad de Dios.
Dice la leyenda que es Ella quien escoge y no nosotros. Que un rayo purificador sale de su cayado atravesando de cielo a tierra a cuantas personas hayan renegado de Ella. Pues bien, permitidme esta licencia. Efectivamente yo fui hijo a lo lejos, hijo del fariseísmo, hijo de un colectivo cobarde que era capaz de no apreciar la riqueza de sus pastos y sí lo que, sin saber su significado, llamamos no respeto a las tradiciones. Que ilusos. No apreciaba a entender que el tiempo pone la verdad en su sitio. Ella me ofreció su puerta, y entré. Muchos fueron los manjares y otras tantas las espinas. Los pinchos duelen, avergüenzan, pero una mirada tan enamoradiza tiene el suficiente poder para arrebatarlo todo. Sus brazos abiertos, como quien pide un abrazo, llaman a su querer con voces sordas y piropos de achuchones. Sólo Dios sabe lo rotundamente agradecido que me siento, lo extraordinariamente feliz que me ha hecho al haber probado la purísima paz de su morada.
– ¿De dónde vienes,
hijo mío,
con tu cara de asombro?,
¿por qué cierras los ojos
y encoges la cara
cuando te nombro?,
– No quise ver, madre,
fui acumulando escombro,
no entendí tu querer,
ni me supe defender,
tan sólo di riendas a un mar de fondo. –
– Pero,
¿quién puede dudar de mi querer,
si ante la cruz quise prometer
mi amor más hondo?.
– Lo sé, madre,
y tu perdón quiero merecer,
mas no hallo como reconocer
que a mis hermanos herí
sin poderlo contener.
– No sufras, hijo mío,
en tu corazón puedo ver
que hallas un querer
que mantiene siempre su rescoldo.
Y ve tranquilo,
háblales de tu saber
que quien quiera oír
sabrá entender
y podrá reír
por no sufrir
los dobleces del perder.
Y siéntete mío,
pues todos tus desvelos voy a proteger.
Sí Madre, yo te negué, yo te volví mi gesto, mis pupilas se volvieron opacas cada quince de Agosto, yo decidí irme cuando Tú me buscabas con tú rostro, yo no quise ver tus ojos, enjuicié a mis hermanos mientras ellos me tendían sus manos, pero ahora, con la mella del tiempo, con el alma repleta de tu aliento, grito a los cuatro vientos:
que eres el sendero de la gloria,
la paz en la inquietud,
la belleza de un suspiro,
la esencia del amor,
del pétalo, la suavidad,
el terciopelo de una emoción,
el canto puro de un ángel,
la blonda de una ilusión,
perla de nácar,
sonrisa del corazón,
gesto infinito de la pasión,
el aroma de la rosa,
el poniente bajo el sol,
el cofre de un amigo,
el dulce canto de un ruiseñor,
perfume de rocío,
del sol su resplandor,
consuelo del amor tardío,
posada del amor de Dios.
Lluvia de mis sentidos,
Esperanza y compasión,
Salud del corazón mendigo,
Piedad de este mundo sin razón,
baluarte, muralla y refugio
destellos de una pasión
del sol, su luz,
de la luna, su resplandor,
de las estrellas, su armonía,
lucero y amanecer
de cualquier flor.
Pastora, si todo esto es el rayo divino, si todo esto es el rayo divino, ¡mándame otro, mándame otro y estalla mi corazón!.
Juan José Carrera Rojas en el Pregón Semana Santa 2011
Pero aunque mi glosa esté concluida, permitidme que, la oportunidad de alabar ante vosotros la Pasión del Señor, pueda ser firmada por este rendido pregonero. Dejadme, si acaso, que estos papeles impresos sean rubricados con la tinta de mi devoción comprometida en los últimos años.
Consentidme, pues que, en el instante final, mi voz se impregne de la gloria mariana que un día llegó a este risco florido que es su Isla, para pastorear las almas de quienes buscan fervientes al Buen Pastor.
Todo lo que mis sentidos han experimentado con mayor intensidad, ha brotado de las vivencias en hermandad. Con mi Hermandad de la Divina Pastora.
Todos sabéis a qué me refiero pues, todos, cada uno en vuestra cofradía, habéis degustado las delicias de momentos irrepetibles.
Por ello, hermanos cofrades de San Fernando que conocéis la pasión que generan nuestras devociones, no me tengáis en cuenta, – disculpadme, si es preciso,- si mis últimos segundos los dedico a decirle a mi Divina Pastora, lo poco que me cuesta amarle…
Qué poco me cuesta amarte,
mi Soberana Señora,
que me llevas de tu mano,
que me alumbras en las sombras,
que me guías, que me enseñas
curándome en la derrota,
calentando mis entrañas
al arrebol de tu aurora.
Qué poco me cuesta amarte,
pero cuánto, mi Pastora,
seguirte hasta tu Hijo,
de palabras y con obras.
Qué poco me cuesta amarte,
azucena entre las rosas.
Son pétalos que te besan
los piropos de mi boca,
aunque a veces, sin quererlo,
sean espinas, que te rozan,
mis abandonos perversos,
mis desidias, mis deshonras.
Qué poco me cuesta amarte,
sabiendo que Él perdona
y me devuelve a tus plantas,
donde mi alma reposa,
cual oveja acariciada
que en tu risco, temblorosa,
se refugia del malvado,
y al final la paz recobra.
Qué poco me cuesta amarte,
mi más tierna Pastora,
con manto rojo de Corpus
y saya de tus devotas,
con sombrero pastoreño,
o con ráfaga y corona,
con sarcillos de corales,
de oro… o cualquier cosa
porque en todos se refleja
esa belleza asombrosa
de tu cadente mirada,
de tus mejillas hermosas,
de tu sonrisa serena
que despierta mis auroras.
Qué poco le cuesta amarte
a éste que hoy pregona
a los hombres y mujeres,
alabada Copratrona,
la Semana Santa isleña
de la Pasión Redentora,
que el Cordero Inmaculado
padeciera en buena hora,
pa consagrarnos a ti,
a ti, como Mediadora,
de los fieles que en la tierra
con fe tu nombre invocan.
Pero deja que te cuente,
mi dulcísima, Pastora,
que cada quince de agosto
con sus benditos aromas,
con mis hermanos y hermanas,
se concluye y se corona,
mi Semana Santa de Gracia,
de penitencia y de Gloria.
La semana de plegarias
que en mi alma se desborda.
(Sones de “A la Reina del Barrio”. Agrupación Mcal. “Isla de León”.)
Enciende tu plazoleta.
¡Qué suene tu marcha ahora!
Qué se habrán ya las puertas
de tu bendita Parroquia,
para que salga ese Huerto
donde Dios sufre y ora.
Qué deslumbre a su salida
el trenzado de la soga
que sujeta a Este Hombre:
Ecce-Homo, espino y rosas.
Qué los cielos iluminen
la morenez y la honra
del Nazareno bendito
de viva Misericordia.
Y de nuevo, otro agosto,
que concluye y que corona
mi año santo cofrade
en que te alabo, Señora.
Enciende tu barrio entero:
que brille la cal sin sombra,
que la morera del Naca
verdea por verte ahora.
Ya mi pregón es un ascua
de candelas fervorosas,
y en el último renglón
que cierra mi última hoja,
un grito que es oración:
Pa tenerte a todas horas
sentadita en esta alma,
mi corazón se hace roca,
– peña pa entronizarte,
risco en el que reposas -,
y así en él siempre vivas,
para que allí siempre VIVA
NUESTRA DIVINA PASTORA.
Santiago Muñoz Romero en el Pregón Semana Santa 2010
Bien entrado el verano, cuando los calores de agosto espesan el aire de media tarde, los gorriones buscan el agua fresca de las fuentes y los gatos dormitan ausentes en las sombras de la calle. Cuando las “corchuelas” bailan entre los ojos del puente Zuazo jugando con la corriente y las mojarritas saltan en los canastos como plata viva y delicada, hay un barrio en la Isla que se engalana y presume de nombre, que es nombre de Madre y de Pastora.
Sentadita en esta tarde
que suena a calma y a gloria
retales en la memoria
que toman el pensamiento
canto de alondra que el viento
recorre entre tus corales.
Que la calle sabe a Salve
y el labrado de tu paso
desliza el sol muy despacio
llenándote de colores.
Suspiro de ruiseñores
en el cielo de tu frente
amor que no se comprende
canto desesperado.
Que este barrio Señora
quiso llamarse Pastora
para sentirse a tu lado.
Arturo Rivera Barrera en el Pregón Semana Santa 2007
Como tampoco me pudo extrañar que la Divina Pastora me hiciera el mejor regalo de bodas de todos. Sin saberlo, Inés, fijamos la fecha. Y sin saberlo nos descubrieron meses después que ese dia era la víspera de su besamano otoñal. Aún recuerdo el olor a nardos que inundaba la iglesia en esa lluviosa mañana, aún me eztremezco al pensar en ese día. Y aún recuerdo como también esa mañana, la Pastorcita Divina estuvo abajo con nosotros, frente a frente. Más cerca que nunca. Esa Pastora coronada, que tanto significa para ti y para mi, ese día quiso estar con nosotros en el altar mayor de la iglesia. Y quiso bendecirnos con su dulce mirada y alegrarse con nosotros con su eterna sonrisa. Y ese día, a pesar de la lluvia, brilló un sol radiante e inmenso dentro de la Pastora, por eso no nos importó que afuera estuviera diluviando en ese 25 de octubre.
María del Carmen Salado Conejero en el Pregón Semana Santa 2006
Durante este recorrido me he detenido tranquilamente en la parroquia de la Pastora, parroquia que acoge a esa hermosa Divina Pastora de las Almas.
Y es que casi nadie sabe que sus ojos, esos preciosos ojos de la Divina Pastora fueron los que por primera vez me hablaron y me miraron con una comprensión y un cariño que yo no podía explicar, pues contaba con muy pocos años.
Era alumna del colegio Manuel Roldán. Asistíamos a los jueves eucarísticos donde rezábamos y cantábamos. La profesora me quitó del coro porque desafinaba, pero yo, lejos de enfadarme, me alegraba, porque así, solo tenía que sentarme ante ti y mirarte.
¿CÓMO HE PODIDO ESTAR TANTOS AÑOS SIN MIRARME EN TUS OJOS, MADRE MÍA?
Y no se por qué. ¿Qué resortese ha movido en mi interior? Pues al enterarme de la gran misión de pregonar a Jesús y a María Santísima he sentido la imperiosa necesidad de verte y mirarte sin que medie palabra entre nosotras, solamente mirándote, igual que cuando era una chiquilla.
Elevé la vista y tus ojos, tan bellos ojos con destellos… ¿Verdes o azules?¿O eran color de miel?¿O quizás el brillo de dos luceros o el reflejo de mil estrellas?¿O puede que fuera la emoción que Tú al igual que yo, Madre mía, Pastora mía, al verme postrada ante Ti sintiera? No se en verdad lo que sería, pero tu mirada vidriosa y dulce se clavó en mi de una forma que jamás pensé que me estremecería tanto al contemplarte.
Y me di cuenta de que a partir de esos momentos, Pastora Divina, yo te hacía de nuevo mi confidente y sentiría la necesidad imperiosa de tener que venir a verte y compartir, Madre mía, mis mas íntimas emociones, alegrías y preocupaciones que a partir de esos momentos yo también hacía tuyas.
Y mirándome en tus ojos yo te hablaba.
Te eligió el Señor por ser la flor más pura,
llena de gracia y buena sin medida.
Y te hizo más bella que la luna
coronada de mil estrellas cristalinas.
Y te hizo Pastora de los cielos,
puro fulgor de gloria florecida
bajo un cielo azul, palpitante de sueños.
Fuiste en esta tierra de sol y salinas
Pastora de las Almas de la Isla.
Quiero que en tu regazo al fin me acojas
como cualquier oveja que se halla perdida
y que al volver de nuevo a tu santo redil
sólo cariño, comprensión, calor y amor encontraría.
Perdóname y olvida mi gran olvido
y trátame como cuando era una chiquilla.
Sé que lo harás porque eres Virgen celestial,
Dulce Pastora y Madre de todos los cañaíllas.
Juan José Romero Ruiz en el Pregón Semana Santa 2005
Y gracias como no a ti, mi vida, mi cielo, mi todo…. Tanto te debo que nunca he sabido como expresarlo. El estar hoy aquí te lo debo a ti. Cuantas veces me he sentado delante tuya y no he sabido que decirte. Cuantas cosas hemos vivido juntos y que forman parte de mi vida y de tu hermandad. Cuantos momentos duros y de adversidades recompensados después por alegrías y satisfacciones. Cuanta semilla sembrada en tu redil, del que forman parte desde que nacieron mis tres hijos, Alfonso, Rocío y Javier… a los que te pido que los lleves siempre de tu mano.
Cuantas cosas, Pastora, cuantas cosas…
No sé por donde empezar
pa poder darte las gracias.
Tengo tanto que contarte
que no encuentro las palabras
para decirte, Pastora,
desde el fondo de mi alma
que para mí lo eres todo
y que sin ti, no soy nada.
Cuantos años de mi vida
en tu Hermandad olvidada
viviendo siempre soñando
que el futuro compensara
tanto esfuerzo y tanta entrega
para poder levantarla.
Pero el sueño se cumplió
cuando el otoño mediaba.
Día uno de noviembre,
inolvidable jornada
para esos pastoreños
que con locura te aman.
Más no se puede pedir.
Tan sólo darte las gracias.
Cuantas cosas por mi mente
en ese día pasaban.
Veinte años de mi vida
que de una manera rápida
me llevaron a un pasado
donde no existía nada.
Tan sólo estabas Tú
en tu camarín sentada,
tu hermandad casi extinguida,
tu devoción olvidada.
Nos llamaste a tu redil
y nos pusimos en marcha
para que poquito a poco
tu fe se recuperara.
Pasamos adversidades
y hasta nos dieron la espalda,
y nosotros adelante,
con humildad franciscana,
siguiendo por el camino
que tu cayado indicaba,
y tras más de media vida
de ilusión, trabajo y ganas
recibimos ese premio
de verte hoy coronada.
Aquel 1 de noviembre
el sol inundó la plaza
fue el día más hermoso
que el pastoreño soñara.
La lluvia quiso colarse
pero no estaba invitada.
Allí estaba la Isla,
tu Hermandad y tu barriada.
Era jornada de fiesta
y en las galas se notaba.
Los chaqués y las mantillas
las insignias y medallas.
Y allí todos reunidos
postrados ante tus plantas
esperábamos nerviosos
que ese sueño se acabara.
Saliste sobre tu paso
mientras que el sol alumbraba
la belleza de tu rostro,
los perfiles de tu cara,
tu inmaculada sonrisa,
y tus ojos esmeraldas.
Sobre tus sienes, corona
de nardos y rosas blancas.
Sobre tu cuerpo el cariño
en forma de mil alhajas.
Cruzaste la plazoleta
sobre blancas alpargatas.
Chicotá de amor y arte
con costalera elegancia,
que te llevó hasta el altar
que pa tu gloria montaran
tus hijos los pastoreños
pa darte Pastora gracias.
Aquel 1 de noviembre
en el aire se mascaba
la tensión emocionante
del momento que llegaba.
Allí reinaba el silencio
pero el corazón hablaba,
y eran la una y doce
cuando el sueño terminaba.
El tiempo quedó parado
y expectantes las miradas
cuando las manos benditas
de la Iglesia diocesana
colocaban en tus sienes
esa devoción dorada
que en forma de una corona
tu barrio te regalaba.
La plaza se vino abajo,
las lágrimas afloraban
y sonaron los cohetes
que a San Fernando anunciaban
que era ya una realidad
poderte ver coronada,
y en el cielo de la Isla
desde un balcón de la gracia
lloraban emocionados
y entre ellos se abrazaban
el querido Padre Arenas
Juan Antonio Brea y Sancha
Padilla, las tres Matutes
Concha Chacón y el Naca
y otros muchos pastoreños
que en el cielo ya descansan
postrados en la memoria
de tu redil de esperanza.
La plaza se quedó muda
cuando sonó una guitarra
y un desgarro aflamencado
de pastoreña garganta
entonó un Ave María
que conmovió hasta el alma,
y estoy seguro, Pastora,
mientras la salve sonaba
tu miraste a aquella niña
con las lágrimas saltadas.
Y esas lágrimas Pastora
que cayeron en tu plaza
fueron simientes de fe
fueron semillas sembradas
pa que el redil pastoreño
y tu rebaño de almas
siga creciendo en la Isla
y no lo detenga nada.
¡Que más se puede pedir
Pastora de mis entrañas!,
tan solo el haber vivido
pa poder ver esta estampa
ya ha merecido la pena
y tan sólo una palabra
me sale del corazón
gracias, Pastora, gracias.
Porque con letras de oro
mi hermandad tiene grabada
esa escena irrepetible,
esa imagen mariana,
ese momento de gloria,
ese éxtasis del alma,
ese día tan sublime,
la más hermosa jornada
que todos los pastoreños,
mi Pastora coronada,
que todos los pastoreños
contigo jamás soñaran.
Ángel Luis Castro Haro en el Pregón Semana Santa 2004
Y ahora se confunden la Virgen del Huerto y la Pastorita.
¡Es mucha Gloria la Gloria, que Dios bajó de su Cielo! Que rompe la rima, la prosa, roto queda hasta el verbo y pide fuerzas, para seguir el pobre pregonero que en el sueño de ver a su Pastora en los ojos de su Virgen del Huerto, ha confundido la corona de la Coronación de sus anhelos y mira cómo corona a su Pastora y a su Huerto, y parte los cánones estéticos que dicen que no se pueden por imperiales unir canasto y ráfaga de Dolorosa sobre la frente bendita de la que es Reina Carraqueña desde que a la Isla vino desde el Firmamento capuchino que soñó Fray Isidoro y vivió en el patio de Olea.
Pero aquí están unidas.